西语阅读:《一千零一夜》连载二十八(5)

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Pero había más. Observé que las orillas de aquel río estaban sembra­das de piedras, de rubíes, de gemas de todos los colores, de pedrería de todas formas y de metales preciosos. Y todas aquellas piedras abundaban tanto como los guijarros en el cauce de un río. Así es que todo aquel terreno brillaba y cente­lleaba con mil reflejos y luces, de manera que los ojos no podían so­portar su resplandor.

Noté también que aquella isla con­tenía la mejor calidad de madera de áloe chino Y de áloe comarí.

También había en aquella isla una fuente de ámbar bruto líquido, del color del betún, que manaba como cera derretida por el suelo bajo la acción del sol y salían del mar gran­des peces para devorarlo. Y se lo ca­lentaban dentro y lo vomitaban al poco tiempo en la superficie del agua y entonces se endurecía y cambiaba de naturaleza y color. Y las olas lo llevaban a la orilla, embalsamándo­la. En cuanto al ámbar que no tra­gaban los peces, se derretía bajo la acción de los rayos del sol, y espar­cía por toda la isla un olor semejante al del almizcle.

He de deciros asimismo que todas aquellas riquezas no le servian a na­die, puesto que nadie pudo llegar a aquella isla y salir de ella vivo ni muerto. En efecto todo navio que se acercaba a sus costas estrellábase contra la montaña; y nadie podía subir a la montaña porque era in­accesible.

De modo que los pasajeros que lograron salvarse del naufragio de nuestra nave, y yo entre ellos, queda­mos muy perplejos, y estuvimos en la orilla, asombrados con todas las riquezas que teníamos a la vista, y con la mísera suerte que nos aguar­daba en medio de tanta suntuosidad.

Así estuvimos durante bastante ra­to en la orilla, sin saber qué hacer y después, como habíamos encontra­do algunas provisiones, nos las re­partimos con toda equidad. Y mis compañeros, que no estaban acos­tumbrados a las aventuras, se co­mieron su parte de una vez o en dos; y no tardaron al cabo de cierto tiem­po, variable según la resistencia de cada cual, en sucumbir uno tras otro por falta de alimento. Pero yo supe economizar con prudencia mis ví­veres y no comi mas que una vez al día, aparte de que había encon­trado otras provisiones de las cuales no dije palabra a mis compañeros.

Los primeros que murieron fueron enterrados por los demás después de lavarles y meterles en sudarios con­feccionados con las telas recogidas en la orilla. Con las privaciones vino a complicarse una epidemia de dolo­res de vientre, originada por el cli­ma húmedo del mar. Así es que mis compañeros no tardaron en morir hasta el último, y yo abrí con mis manos la huesa del postrer cama­rada.

En aquel momento, ya me queda­ban muy pocas provisiones, a pesar de mi economia y prudencia, y co­mo vela acercarse el momento de la muerte, empecé a llorar por mí, pen­sando: ¿Por qué no sucumbí antes que mis compañeros, que me hubie­ran rendido el último tributo, laván­dome y sepultándome? ¡No hay re­curso ni fuerza más que en Alah el Omnipotente!” Y en seguida em­pecé a morderme las manos con des­esperación.

En este momento de su narracion, Schahrazada vio aparecer la maña­na, y se calló discretamente.

PERO CUANDO LLEGÓ LA 310 NOCHE

Ella dijo:

... empecé a morderme las manos con desesperación.

Me decidí entonces a levantarme, y empecé a abrir una fosa profunda, diciendo para mí: “Cuando sienta llegar mi último momento, me arrastraré hasta allí y me meteré en la fosa, donde moriré. ¡El viento se en­cargará de acumular poco a poco la arena encima de mi cabeza, y lle­nará el hoyo!” Y mientras verifica­ba aquel trabajo, me echaba en cara mi falta de inteligencia y mi salida de mi país después de todo lo que me había ocurrido en nus diferentes viajes, y de lo que había experimen­tado la primera, y la segunda, y la tercera, y la cuarta, y la quinta vez, siendo cada prueba peor que la ante­rior. Y decía para mí: “¡Cuántas veces te arrepentiste para volver a empezar! ¿Qué necesidad tenías de viajar nuevamente? ¿No poseías en Bagdad riquezas bastantes para gas­tar sin cuento y sin temor a que se te acabaran nunca los fondos sufi­cientes para dos existencias como la tuya?”

A estos pensamientos sucedió pronto otra reflexión sugerida por la vista del río. En efecto, pensé: ¡Por Alah! Ese río indudablemente ha de tener un principio y un fin. Desde aquí veo el principio, pero el fin es invisible. No obstante, ese río que se interna así por debajo de la monta­ña, sin remedio ha de salir al otro lado por algún sitio. De modo que la única idea práctica para escaparme de aquí, es construir una embarca­ción cualquiera, meterme en ella y dejarme llevar por la corriente del agua que entra en la gruta. Si es mi destino, ya encontraré de ese modo el medió de salvarme; ¡si no, moriré ahí dentro y será menos espantoso que perecer de hambre, en esta playa!

Me levanté, pues, algo animado por esta idea, y en seguida me puse a ejecutar mi proyecto. Junté gran­des haces de madera de áloes co­marí y chino; los até sólidamente con cuerdas; coloqué encima grandes ta­blones recogidos de la orilla y pro­cedentes de los barcos náufragos, y con todo confeccioné una balsa tan ancha como el río, o mejor dicho, algo menos ancha, pero poco. Ter­minado este trabajo, cargué la balsa con algunos sacos grandes llenos de rubies, perlas y toda clase de pedre­rías, escogiendo las más gordas, que eran como guijarros, y cogí también algunos fardos de ámbar gris, que elegí muy bueno y libre de impure­zas; y no deje tampoco de llevarme las provisiones que me quedaban. Lo puse todo bien acondicionado sobre la balsa, que cuidé de proveer de dos tablas a guisa de remos, y acabé por embarcarme en ella, confiando en la voluntad de Alah y recordando estos versos del poeta:


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19