Tal es, ¡oh rey afortunado! ––prosiguió Schahrazada––, la historia en siete partes que el sastre de
“Cuando el barbero Samet hubo terminado su historia, no necesitamos oír más para convencernos de que era realmente el charlatán más extraordinario y el rapista más indiscreto de toda la tierra. Y quedamos persuadidos de que el joven cojo de Bagdad había sido la víctima de su insoportable indiscreción. Entonces, aunque sus historias nos habían hecho pasar un buen rato, acordamos castigarle. Y nos apoderamos de él, a pesar de sus chillidos, y lo encerramos en un cuarto obscuro lleno de ratas. Y los demás seguimos comiendo, bebiendo y disfrutando hasta que llegó la hora de la plegaria. Y entonces nos retiramos y yo fui en busca de mi esposa.
Pero al llegar a mi casa encontré a mi mujer de muy mal humor, y me dijo: ¿Té parece bien dejarme sola mientras andas de diversión con tus amigos? Si no me sacas en seguida a paseo, me presentaré al walí para entablar la demanda de divorcio.”
Y como soy enemigo de disturbios conyugales, quise que hubiera paz, y a pesar del cansancio salí a paseo con mi mujer. Y anduvimos recorriendo calles y jardines hasta la puesta del sol.
Y cuando regresábamos a casa encontramos por casualidad a ese jorobeta que se hallaba a tu servicio, ¡oh rey poderoso y magnánimo! Y el jorobado estaba borracho completamente, diciendo chiste a cuantos le rodeaban, y recitó estos versos:
¡No sé si elegir la copa transparente y coloreada o el vino sutil y purpurino!
¡Porque la copa es como el vino sutil y purpurino, y el vino es como la copa coloreada y transparente!
Y se interrumpía para embromar a los transeúntes o para danzar, golpeando la pandereta. Y yo y mi mujer supimos que sería para nosotros un agradable comensal, y le convidamos a comer con nosotros. Y juntos comimos, y mi esposa se quedó con nosotros, pues no creía que la presencia de un jorobado fuese como la de un hombre regular, pues de no pensarlo así no habría comido delante de un extraño. Entonces fue cuando a mi esposa se le ocurrió bromear con el jorobeta y meterle en la boca la comida que lo ahogó.
Y en seguida, ¡oh rey poderoso! cogimos el cadáver del jorobeta y lo dejamos en la casa del médico judío que está presente. Y a su vez el médico judío lo dejó en la casa del intendente, que hizo responsable al corredor copto.
Y tal es, ¡oh rey generoso! la más extraordinaria de las historias que te hayan referido. Y esta historia del barbero y sus hermanos es, con seguridad, más sorprendente que la del jorobado.”
Cuando el sastre hubo acabado de hablar, el rey de
Y dicho esto, el rey mandó a sus chambelanes que se fuesen con el sastre a buscar al barbero. Y una hora después, el sastre y los chambelanes, que habían ido a sacar al barbero del cuarto obscuro, lo trajeron al palacio y se lo presentaron al rey.
Y el rey examinó al barbero, y vio que era un anciano jeique lo menos de noventa años, de cara muy negra, barbas muy blancas, lo mismo que las cejas, orejas colgantes y agujereadas, narices de pasmosa longitud y aspecto lleno de presunción y altanería. Al verlo, el rey de
¡Cuando tus ojos vean a una persona con un sobrenombre, sabe que, como indagues bien, siempre acabará por surgir el sentido del sobrenombre!”
Entonces dijo el rey: “Mucho me agrada este barbero. Voy a contarle la historia del jorobado, y luego las relatadas por el nazareno, el judío, el intendente y el sastre.” Y el rey refirió al barbero todas las historias, sin omitir una particularidad. Pero no es necesario repetirlas.
Cuando el barbero hubo oído las historias y supo, la causa de la muerte del jorobado, empezó a menear gravemente la cabeza, y exclamó: “¡Por Alah! ¡Cosa extraordinaria es esa y me sorprende grandemente! A ver, levantad el velo que cubre el cadáver, que yo lo vea.”