西语阅读:《一千零一夜》连载二十一(2)

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Y el anciano repuso: “¡Oh hués­ped! tu lenguaje es el de un hombre bien educado, que sabe comer en compañía de los reyes y de los gran­des. Come, amigo, y que te sea sano y de deliciosa digestión. Y mi her­mano dijo: “Creo que ya he comido bastante de estas cosas.” Entonces el viejo volvió a palmotear, y dis­puso: “¡Quitad este mantel y poned el de los postres! ¡Vengan todos los dulces, la repostería y las frutas más escogidas!” Y los esclavos empeza­ron otra vez a ir y venir, y a mover las manos, y a levantar, los brazos por encima de la cabeza, y a cambiar un mantel por otro. Y después a una seña del viejo, se retiraron. Y el anciano dijo a Schakalik: “Lle­gó, ¡oh huésped! el momento de endulzarnos el paladar, Empecemos por los pasteles. ¿No da gusto ver esa pasta fina, ligera, dorada y rellena de almendra, azúcar y granada, esa pasta de katayefs sublimes que hay en ese plato? ¡Por vida mía! Prueba uno o dos para convencerte. ¿Eh? ¡Cuán en su punto está el almíbar! ¡Qué bien salpicado está de canela! Se comería uno cincuenta sin har­tarse, pero hay que dejar sitio para la excelente kenafa que hay en esa bandeja de bronce cincelada. “Mira cuán hábil es mi repostera, y cómo ha sabido trenzar las madejas de pasta. Apresúrate a comerla antes de que se le vaya el jarabe y se des­migaje ¡Es tan delicada! Y esa mahallabieh de agua de rosas, salpi­cada con alfónsigos pulverizados; y esos tazones llenos de natillas aroma­tizadas con agua de azahar. ¡Come, huésped, métele mano sin cortedad! ¡Así! ¡Muy bien!” Y el viejo daba ejemplo a mi hermano, y se llevaba la mano a la boca con glotonería, y fingía que tragaba como si fuese de veras, y mi hermano le imitaba admirablemente, a pesar de que el hambre le hacía la boca agua.

El anciano continuó: “¡Ahora, dulces y frutas! Y respecto a los dul­ces, ¡oh huésped! sólo lucharás con la dificultad de escoger. Delante de ti tienes dulces secos y otros con almí­bar. Te aconsejo que te dediques a los secos, pues yo los prefiero, aunque los otros sean también muy gratos. Mira esa transparente y ruti­lante confitura seca de albaricoque tendida en anchas hojas. Y ese otro dulce seco de cidras con azúcar cande perfumado con ámbar. Y el otro, redondo, formando bolas son­rosadas, de pétalos de rosa y de flores de azahar. ¡Ese, sobre todo, me va acostar la vida, un día! Re­sérvate, resérvate, que has de probar ese dulce de dátiles rellenos de clavo y almendra. Es del Cairo, pues en Bagdad no lo saben hacer así. Por eso he encargado a un amigo de Egipto que me mande cien tarros llenos de esta delicia. Pero no comas tan aprisa, pues por más que tu apetito me honre en extremo, quiero que me des tu parecer sobre ese dulce de zanahorias con azúcar y nueces perfumado con almizcle. Y Schakalik dijo ¡Oh! ¡Este dulce es una cosa soñada! ¡Cómo adora sus delicias mi paladar! Pero se me figura que tiene demasiado almiz­cle.” El anciano replicó: “¡Oh no, oh no! Yo no pienso que sea exce­sivo, pues no puedo prescindir de ese perfume, como tampoco del ám­bar. Y mis cocineros y reposteros lo echan a chorros en todos mis pasteles y dulces. El almizcle y el ámbar son los dos sostenes de mi corazón.”

Y el viejo prosiguió: “pero no olvides estás frutas, pues supongo que habrás dejado sitio para, ellas. Ahí tienes limones, plátanos, higos, dátiles frescos, manzanas, membri­llos, y muchas más. También hay nueces y almendras frescas y avella­nas. Come, ¡oh huésped! que Alah es misericordioso.”

Pero mi hermano, que a fuerza de mascar en balde ya no podía mover las mandíbulas, y cuyo esto­mago estaba cada vez más excitado por el incesante recuerdo de tanta cosa buena, dijo: “¡Oh señor! He de confesar que estoy ahito, y que ni un bocado me podría entrar por la garganta.” El anciano replicó: “¡Es admirable que te hayas hartado tan pronto! Pero ahora vamos a beber, que aún no hemos bebido.”

Entonces el viejo palmoteó, y acu­dieron los esclavos con las mangas levantadas y los ropones cuidadosa­mente recogidos, y fingieron llevár­selo todo y poner después en el mantel dos copas frascos, alcarra­zas y tarros magnificos. Y el ancia­no hizo como si echara vino en las copas, y cogió una copa imaginaria y se la presentó a mi hermano, que la aceptó con gratitud, y después de llevársela a la boca dijo: “¡Por Alah! ¡Qué vino tan delicioso!” E hizo ademán de acariciarse placentera­mente el estómago. Y el anciano fingió coger un frasco grande de vino añejo y verterlo delicadamente en la copa, que mi hermano se bebió de nuevo. Y siguieron haciendo lo mismo, hasta que mi hermano hizo como si se viera dominado por los vapores del vino, y empezó a menear la cabeza y a decir palabras atre­vidas. Y pensaba: “Llegó la hora de que pague este viejo todos los suplicios que me ha hecho pasar.”

Y como si estuviera completa­mente borracho, levantó el brazo derecho y descargó tan violento gol­pe en el cogote del anciano, que resonó en toda la sala. Y alzó de nuevo el brazo, y le dio el segundo golpe más recio todavía. Entonces el anciano exclamó: “¿Qué haces, ¡oh tú el más vil entre los hom­bres!?” Mi hermano Schakalik res­pondió: “¡Oh dueño mío y corona de mi cabeza! soy tu esclavo sumiso, aquel a quien has colmado de dones, acogiéndole en tu mansión y alimen­tándole en tu mesa con los manjares más exquisitos, como no los pro­baron ni los reyes. Soy aquel a quien has endulzado con las confituras, compotas y pasteles más ricos, aca­bando por saciar su sed con los vinos más delicados. Pero bebí tan­to, quo he perdido el seso. ¡Disculpa, pues, a tu esclavo, que levantó la mano contra su bienhechor! ¡Dis­cúlpame, ya que tu alma es más elevada que la mía, y perdona mi locura!”

Entonces el anciano, lejos de enco­lerizarse, se echó a reír a carcajadas, y acabó por decir: “Mucho tiempo he estado buscando por todo el mundo, entre las personas con más fama de bromistas y divertidas, un hombre de tu ingenio, de tu carác­ter y de tu paciencia. Y nadie ha sabido sacar tanto partido como tú de mis chanzas, y juegos. Hasta ahora has sido el único que ha sabido amoldarse a mi humor, y a mis caprichos, conllevando la broma y correspondiendo con ingenio a ella. De modo que no sólo te per­dono este final, sino que quiero que me acompañes a la mesa, que estará realmente cubierta de los manjares, dulces y frutas enumeradas. Y en adelante, ya no me separaré jamás de ti:”


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19