西语阅读:《一千零一夜》连载二十九(5)

网络资源 Freekaoyan.com/2008-04-17

Me senté entonces en un peñasco Para reflexionar sobre el medio de librarme del mal presente, cuando de pronto vi adelantar hacia mí a dos muchachos de una belleza mara­villosa, que parecían dos lunas. Ca­da uno llevaba en la mano un bastón­ de oro rojo, en el cual se apoyaba, al andar. Entonces me levanté rápida­mente, fui a su encuentro y les deseé la paz. Correspondieron con gentileza a mi saludo, lo cual me alento a dirigirles la palabra, y les dije: “¡Por Alah sobre vosotros, ¡oh ma­ravillosos jóvenes! decidine, quiénes sois y qué hacéis!” Y me contesta­ron: “¡Somos adoradores del Dios verdadero!” Y uno de ellos, sin decir más, me hizo seña con la mano en cierta dirección, como invitándome a dirigir mis pasos por aquella par­te, me entregó el bastón de oro, y cogiendo de la mano a su hermoso compañero; desapareció de mi vista.

Empuñé entonces el bastón de oro, y no vacilé en seguir el camino que se me había indicado, maravillándo­me al recordar a aquellos muchachos tan hermosos. Llevaba algún tiempo andando, cuando vi salir súbitamente de detrás de un penasco una serpien­te gigantesca que llevaba en la boca a un hombre, cuyas tres cuartas par­tes se había ya tragado, y del cual no se veían más que la cabeza y los brazos. Estos se agitaban desespera­damente, y la cabeza gritaba: “¡Oh caminante! ¡Sálvame del furor de es­ta serpiente y no te arrepentirás de tal acción!” Corrí entonces detrás de la serpiente, y le di con el bastón de oro rojo un golpe tan afortunado, que quedó exánime en aquel mo­mento. Y alargué la mano al hom­bre tragado y le ayudé a salir del vientre de la serpiente.

Cuando miré mejor la cara del hombre, llegué al límite de la sor­presa al conocer que era el volátil que me había llevado en su viaje aéreo y había acabado por precipitar­se conmigo, a riesgo de matarme, desde lo alto de la bóveda del cielo hasta la -cumbre de la montaña en la cual me había abandonado, expo­niéndome a morir de hambre y sed. Pero ni siquiera quise demostrar ren­cor por su mala acción, y me con­formé con decirle dulcemente: “¿Es así como obran los amigos con los amigos?” Él me contestó: “En prinier lugar he de darte las gracias por lo que acabas de hacer en mi favor. Pero ignoras que fuiste tú, con tus invocaciones inoportunas pronun­ciando el Nombre, quien me precipi­taste de lo alto contra mi voluntad. ¡El Nombre Produce ese efecto en todos nosotros! ¡Por eso no lo pro­nunciamos jamás!” Entonces yo, pa­ra que me sacara de aquella monta­ña, le dije: ¡Perdona y no me riñas; pues, en verdad, yo no podía adivinar las consecuencias funestas de mi homenaje al Nombre! ¡Te prometo no volverlo a pronunciar durante el trayecto, si quieres transportarme ahora a mi casa!”

Entonces el volátil se bajó, me cogió a cuestas, y en un abrir y cerrar de ojos me dejó en la azotea de mi casa y se fue para la suya.

Cuando mi mujer me vio bajar de la azotea y entrar en la casa después de tan larga ausencia, comprendió cuanto acababa de ocurrir, y bendijo a Alah que me había salvado una vez más de la perdición. Y tras las efusiones del regreso me dijo: “Ya no debemos tratarnos con la gente de esta ciudad. ¡Son hermanos de los demonios!” Y yo le dije: “¿Y có­mo vivía tu padre entre ellos?” Ella me contestó: “Mi padre no pertene­cía a su casta, ni hacía nada como ellos, ni vivía su vida. De todos mo­dos, si quieres seguir mi consejo, lo mejor que podemos hacer ahora que mi padre ha muerto es abandonar esta ciudad impía, no sin haber ven­dido nuestros bienes, casa y pose­siones. Realiza eso lo mejor que pue­das, compra buenas mercancías con parte de la cantidad que cobres, y vámonos juntos a Bagdad, tu patria, a ver a tus parientes y amigos, vi­viendo en paz y seguros, con el res­peto debido a Alah el Altísimo.” En­tonces contesté oyendo y obedecien­do.

En seguida empecé a vender lo mejor que pude, pieza por pieza, y cada cosa en su tiempo, todos los bienes de mi tío el jeique, padre de mi esposa, ¡difunto a quien Alah haya recibido en paz y misericor­día! Y así realice en monedas de oro cuanto nos pertenecía, como mue­bles y propiedades, y gané un ciento por uno.

Después de lo cual me llevé a mi esposa y las mercancías que había cuidado de comprar, fleté por mi cuenta un barco, que con la voluntad de Alah tuvo navegación feliz y fruc­tuosa, de modo que de isla en isla, y de mar en mar, acabamos por lle­gar con seguridad a Bassra, en don­de paramos poco tiempo. Subimos el río y entramos en Bagdad, ciudad de paz.

Me dirigí entonces con mi esposa y mis riquezas hacia mi calle y mí casa, en donde mis parientes nos recibieron con grandes transporte de alegría, y quisieron mucho a mi esposa, la hija del jeique.

Yo me apresuré a poner en orden definitivo mis asuntos, almacené mis magníficas mercaderías,, encerré mis riquezas, y pude por fin recibir en paz las felicitaciones de mis parien­tes y amigos, que calculando el tiern­po que estuve ausente, vieron que este séptimo y último viaje mío había durado exactamente veintisie­te años desde el principio hasta el fin. Y les conté con pormenores mis aventuras durante esta larga ausen­cia, e hice el voto, que cumplo es­crupulosamente, como veis, de no emprender en toda mi vida ningún otro viaje ni por mar ni por tierra. Y no dejé de dar gracias al Altísimo que tantas veces, a pesar de mis rein­cidencias, me libró de tantos peligros y me reintegró entre mi familia y mis amigos.

Cuando Sindbad el Marino termi­nó de esta suerte su relato entre los convidados silenciosos y maravilla­dos, se volvió hacia Sindbad el Car­gador y le dijo: “Ahora, Sindbad te­rrestre, considera los trabajos que pasé y las dificultades que venci, gracias a Alah y dime si tu suerte de cargador no ha sido mucho mas favorable para una vida tranquila que la que me impuso el Destino. Verdad es que sigues pobre y yo ad­quirí riquezas incalculables; pero ¿no es -verdad también que a cada uno de nosotros se le retribuyó, según su esfuerzo?” Al oír estas palabras, Sindbad el Cargador fue a besar la mano de Sindbad el Marino, y le di­jo: “¡Por Alah sobre ti, ¡oh mi amo! perdona lo inconveniente de mi can­ción!”


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19