西语阅读:《一千零一夜》连载二十九(3)

网络资源 Freekaoyan.com/2008-04-17

Entonces el anciano me cogió del brazo, y me llevó suavemente al hammam, en donde me hizo tomar un baño excelente que acabó de res­tituirme el alma; después me hizo aspirar perfumes exquisitos y me los echó por todo el cuerpo, y me llevó a su casa.

Cuando entré en la morada de aquel anciano, toda su familia se alegró mucho de mi llegada, y me re­cibió con gran cordialidad y demos­traciones amistosas. El mismo ancia­no hizome áentar en medio del di­ván de la sala de recepcion, y me dio a comer cosas de primer orden, y a beber un agua agradable perfu­mada con flores. Después quemaron incienso a mi alrededor, y los escla­vos me trajeron agua caliente y aromatizada para lavarme las manos, y me presentaron servilletas ribeteadas de seda, para secarme los dedos las barbas y la boca. Tras de lo cual el anciano me llevó a una habitación muy bien amueblada, en donde que­dé solo, porque se retiró con mucha discreción. Pero dejó a mis órdenes varios esclavos que de cuando en cuando iban a verme por si necesitaba sus servicios.

Del propio modo me trataron du­rante tres días, sin que nadie me in­terrogase ni me dirigiera ninguna pregunta, y no dejaban que careciese de nada, cuidándome con mucho es­mero, hasta que recobré completa­mente las fuerzas, y mi alma y mi corazón se calmaron y refrescaron. Entonces, o sea la mañana del cuar­to día, el anciano se sentó a mi lado, y después de las zalemas, me dijo: “¡Oh huésped, cuanto placer y sa­tisfacción hubo de proporcionarnos tu presencia! ¡Bendito sea Alah, que nos puso en tu camino para salvar­te del abismo! ¿Quién eres y de dón­de vienes?” Entonces di muchas gra­cias al anciano por el favor enorme que me había hecho salvándome la vida y luego dándome de comer ex­celentemente, y de beber excelentemente, y perfumándome excelente­mente, y le dije: “.¡Me llamo Sindbad el Marino! ¡Tengo este sobrenombre a consecuencia de mis grandes viajes por mar y de las cosas extraordína­rías que me ocurrieron, y que si se escribieran con agujas en el ángulo de un ojo, servirían de lección a los lectores atentos!” Y le conté al an­ciano mi historia desde el principio hasta el fin, sin omitir detalle.

Quedó prodigiosamente asombra­do entonces el jeique, y estuvo una hora sin poder hablar, conmovido por lo que acababa de oír. Luego le­vantó la cabeza, me reiteró la expre­sión de su alegría por haberme so­corrido, y me dijo: “¡Ahora, ¡oh huésped mío! si quisieras oír mi con­sejo, venderías aquí tus mercancías, que valen mucho dinero por su ra­reza y calidad!”

Al oír las palabras del viejo, llegué al límite del asombro, y no sabiendo lo que quería decir ni de qué mer­cancías hablaba, pues yo estaba des­provisto de todo, empecé por callar­me un rato, y como de ninguna ma­nera quería dejar escapar una oca­sion extraordinaria que se presenta­ba inesperadamente, me hice el enterado, y conteste: “¡Puede que sí!” Entonces el anciano me dijo: “No te preocupes, hijo mío, respecto a tus mercaderías. No tienes más que levantarte y acompañarme al zoco. Yo me encargo de todo lo demás. Si la mercancía subastada produce un precio que nos convenga, lo acep­taremos; si no, te haré el favor de conservarla en mi almacén hasta que suba en el mercado. ¡Y en tiempo oportuno podremos sacar un precio más ventajoso!”

Entonces quedé interiormente cada vez más perplejo; pero no lo di a entender, sino que pensé: “¡Ten paciencia, Sindbad, y ya sabrás de qué se trata!” Y dije al anciano: “¡Oh mi venerable tío, escucho y obedezco! ¡Todo lo que tú dispongas me parecerá lleno de bendición! ¡Por mi parte, después de cuanto por mí hiciste, me conformaré con tu vo­luntad!” Y me levanté inmediata­mente y le acompañé al zoco.

Cuando llegarnos al centro del zoco en que se hacía la subasta pública, ¡cuál no sería mi asombro al ver mi balsa transportada allí y rodeada de una multitud de corredores y merca­deres qué la miraban con respeto y moviendo la cabeza! Y por todas partes oía exclamaciones de admira­cion: “¡Ya Alah! ¡Qué maravillosa calidad de sándalo! ¡En ninguna par­te del mundo la hay mejor!” Enton­ces comprendí cuál era la mercancía consabida, y creí conveniente para la venta tornar un aspecto digno y reservado.

Pero he aquí que en seguida, el anciano protector mío, aproximan­dose al jefe de los corredores, le di­jo: “¡Empiece, la subasta!” Y se em­pezó con el precio de mil dinares por la balsa. Y el jefe corredor ex­clamó: “¡A mil dinares la balsa de sándalo, ¡oh compradores! Entonces gritó él anciano: “¡La compro en dos rnil!” Y otro gritó: “¡En tres mil!” Y los mercaderes siguieron su­biendo el precio hasta diez mil dina­res. Entonces se encaró conmigo el jefe de los corredores y me dijo: “¡Son diez mil; ya no puja nadie!” Y yo dije: “¡No la vendo en ese precio!”

Entonces mi protector se me acer­có y me dijo: “¡Hijo mío, el zoco, en estos tiempos, no anda muy prós­pero, y la mercancía ha perdido al­go de su valor! Vale más que acep­tes el precio que te ofrecen. Pero yo, si te parece, voy a pujar otros cien dinares más. ¿Quieres dejármelo en diez mil cien dinares?” Yo contesté: ¡Por Alah! mi buen tío, sólo por ti lo hago para agradecer tus benefi­cios. ¡Consiento en dejártelo por esa cantidad!” Oídas estas palabras, el anciano mandó a sus esclavos que transportaran todo el sándalo a sus almacenes de reserva, y me llevó a su casa, en la cual me contó inme­diatamente los diez mil cien dinares, y los encerró en una caja sólida cu­ya llave me entregó, dándome enci­ma las gracias por lo que había hecho en su favor.

Mandó en seguida poner el man­tel, y comimos, y bebimos, y charla­mos alegremente. Después nos lava­mos las manos y la boca, y por fin me dijo: “¡Hijo mío, quiero dirigirte una petición, que deseo mucho acep­tes!” Yo le contesté: “¡Mi buen tío, todo te lo concederé a gusto!” Él me dijo: “Ya ves, hijo mío, que he lle­gado a una edad muy avanzada sin tener hijo varón que pueda heredar un día mis bienes. Pero he de decirte que tengo una hija, muy joven aún, llena de encanto y belleza, que será muy rica cuando yo me muera. De­seo dártela en matrimonio siempre que consientas en habitar en nuestro país y vivir nuestra vida. Así serás el amo de cuanto poseo y de cuanto dirige mi mano. ¡Y me sustituirás en mi autoridad y en la posesión de mis bienes!”


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19