西语阅读:《一千零一夜》连载二十(2)

网络资源 Freekaoyan.com/2008-04-17

Y enriquecido en un momento, se fue a su casa para guardar aque­lla fortuna. Y se disponía a salir para alquilar una buena morada en que pudiese vivir a gusto, cuando oyó que llamaban a la puerta. Fue a abrir, vio a una vieja descono­cida que le dijo: “¡Oh hijo mío! sabe que casi ha transcurrido la hora de la plegaria en este santo día de viernes, y aún no he podido hacer mis abluciones. Y te ruego que me permitas entrar para hacerlas, resguardada de los importunos.” Y mi hermano dijo: “Escucho y obe­dezco.” Y abrió la puerta de par en par y la llevó a la cocina, donde la dejó sola.

Y a los pocos instantes fue a buscarle la vieja, y sobre el misera­ble pedazo de estera que servía de tapiz terminó su plegaria haciendo votos en favor de mi hermano, llenos de compunción. Y mi hermano le dio las gracias más expresivas, y sacando del cinturón dos dinares de oro se los alargó generosamente. Pero la vieja los rechazó con dig­nidad, y dijo: “¡Oh hijo mío, ala­bado sea Alah, que te hizo tan mag­nánimo! No me asombra que inspi­res simpatías a las personas apenas te vean. Y en cuanto a ese dinero que me ofreces, vuelva a tu cinturón, pues a juzgar por tu aspecto debes ser un pobre saaluk, y te debe hacer más falta que a mí, que no lo necesito. Y si en realidad no te hace falta, puedes devolvérselo a la noble señora que te lo dio por habérsete roto la cristalería..” Y mi hermano dijo: “¡Cómo! Buena madre, ¿cono­ces a esa dama? En ese caso, te ruego que me indiques dónde la podré ver.” Y la vieja contestó: “Hijo mío, esa hermosa joven sólo te ha demos­trado su generosidad para expresar la inclinación que le inspira tu juven­tud, tu vigor y tu gallardía. Pues su marido nunca logrará satisfacerla, porque Alah le ha castigado. Le­vántate, pues, guarda en tu cintu­rón todo el dinero para que no te lo roben en esta casa tan poco se­gura, y ven conmigo. Pues has de saber que sirvo a esa señora hace mucho tiempo y me confía todas sus comisiones secretas. Y en cuanto es­tés con ella, no te enojes para nada, pues debes hacer con ella todo aque­llo de que eres capaz. Y cuanto más hagas, más te querrá. Y por su parte se esforzará en proporcionarte todos los placeres y todas las alegrías, y serás dueño absoluto de su hermo­sura y sus tesoros.­

Cuando mi hermano oyó estas palabras de la vieja, se levantó, hizo lo que le había dicho, y siguió a la anciana, que había echado a andar. Y mi hermano marchó detrás de ella hasta que llegaron ambos a un gran portal, en el que la vieja llamó a su modo. Y mi hermano se halla­ha en el límite de la emoción y de la dicha.

Y a aquel llamamiento salió a abrir una esclava griega muy bonita, que les deseó la paz y sonrió a mi hermano de una manera muy insi­nuante. Y le introdujo en una mag­nífica sala, con grandes cortinajes de seda y oro fino y magníficos tapices. Y mi hermano, al verse solo, se sentó en un diván, se quitó el turbante, se lo puso en las rodi­llas y se secó la frente. Y apenas se hubo sentado se abrieron las cortinas y apareció una joven incomparable, como no la vieron las miradas más maravilladas de los hombres. Y mi hermano El-Aschar se puso de pie sobre sus dos pies.

Y la joven le sonrió con los ojos y se apresuró a cerrar la puerta, que se había quedado abierta. Y se acercó a El-Aschar, le cogió de la mano, y lo llevó consigo al diván de terciopelo. Manifestóle que es­taba muy satisfecha de verle, y tras algunos agasajos, le dijo: “No esta­mos aquí con bastante comodidad; dadme la mano y venid conmigo.”

Dióle ella la suya y condújole a un aposento retirado, donde estuvo conversando un rato con él, y luego le dejó diciendo: “¡Ojo de mi vida! no te muevas de aquí hasta que yo vuelva.” Después salió rápidamente y desapareció.

Pero de pronto se abrió violen­tarnente la puerta y apareció un ne­gro horrible, gigantesco, que lleva­ba en la mano un alfanje desnudo. Y gritó al aterrorizado El-Aschar: “¡Oh grandísimo miserable! ¿Cómo te atreviste a llegar hasta aquí? Y mi hermano no supo qué contestar a lenguaje tan violento, se le paralizo la lengua, se le aflojaron los múscu­los y se puso muy pálido. Entonces el negro le cogió, lo desnudó com­pletamente y se puso a darle de plano con el alfanje más de ochenta golpes, hasta que mi hermano se cayó al suelo y el negro lo creyó cadáver. Llamó entonces con voz terrible, y acudió una negra con un plato lleno de sal. Lo puso en el suelo y empezó a llenar de sal las heridas de mi hermano, que a pesar de padecer horriblemente, no se atrevía a gritar por temor de que le remataran. Y la negra se marchó después que hubo cubierto comple­tamente de sal todas las heridas.

Entonces el negro dio otro grito tan espantoso como el primero, y se presentó la vieja, que, ayudada por el negro, después de robar todo el dinero a mi hermano, lo cogió por los pies, lo arrastró por todas las habitaciones hasta llegar al patio, donde lo lanzó al fondo de un sub­terráneo, en el que acostumbraba a precipitar los cadáveres de todos aquellos a quienes con sus artificios había atraído a la casa para que sir­viesen a su joven señora.

El subterráneo en cuyo fondo habían arrojado a mi hermano El­-Aschar era muy grande y obscurí­simo, y en él se amontonaban los cadáveres unos sobre otros. Allí pasó El-Aschar dos días enteros, imposi­bilitado de moverse por las heridas y la caída. Pero Alah (¡alabado y glorificado sea!) quiso que mi her­mano pudiese salir de entre tanto cadáver y arrastrarse a lo largo del subterráneo, guiado por una escasa claridad que venía de lo alto. Y pudo llegar hasta el tragaluz, de don­de descendía aquella claridad, y una vez allí salir a la calle, fuera del subterráneo.


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19