西语阅读:《一千零一夜》连载二十四(3)

网络资源 Freekaoyan.com/2008-04-17

En cuanto al camellero, no tardó en montar en el burro, y cogiendo al camello del ronzal, se encaminó hacia Bagdad. Y en cuanto llegó, se fue al hospital, bajó a Ghanem del camello, y como era muy temprano y el hospital no estaba abierto toda­vía, lo dejó en la escalera y se vol­vió al pueblo.

Y allí permaneció Ghanem hasta que los vecinos salieron de sus casas. Y al verle echado en la esterilla y reducido al estado de sombra, empe­zaron a hacer mil suposiciones. y mientras tanto, pasó uno de los jei­ques entre los principales jeiques del zoco. Apartó la muchedumbre, se acercó al enfermo, y dijo: “¡Por Alah! Si este joven entra en el hos­pital, lo veo perdido por falta de cuidados. Lo voy a llevar a mi casa, y Alah me premiará en su Jardín de las Delicias.” Mandó, pues, a sus esclavos que cogieran al joven y lo llevasen a su casa, y él los acompa­ñó., Y apenas llegaron, le preparó una buena cama, con magníficos colchones y una almohada muy lim­pia. Y luego llamó a su esposa, y le dijo: “He aquí un huésped que nos envía Alah. Lo vas a asistir con mucho cuidado.” Y ella respon­dió: Le pondré sobre mi cabeza y mis ojos.” Y se arremangó, mandó calentar agua en el caldera grande, le lavó los pies, las manos y todo el cuerpo. Le vistió con ropas de su es­poso, le llevó un vaso de sorbete y le roció la cara con agua de rosas. Entonces Ghanem empezó a respirar mejor y a recuperar las fuerzas poco a poco. Y con las fuerzas le acudió el recuerdo de su pasado y de su amiga Kuat Al-Kulub. Esto en cuan­to a Ghanem ben-Ayub El-Motim El-Masslub.

En cuanto a Kuat Al-Kulub, el califa se enojó tanto contra ella...

En este momento de su narración Schahrazada vio aparecer la mañana e interrumpió discretamente su re­lato.

PERO CUANDO LLEGó LA 42a NOCHE

Schahrazada dijo:

He llegado a saber, ¡Oh rey afor­tunado! que cuando el califa se en­colerizó tanto contra Kuat Al-Kulub la mandó encerrar en un cuarto obs­curo bajo la vigilancia de una vie­ja, la favorita permaneció allí ochen­ta días, sin comunicarse con nadie. Y el califa la había olvidado por com­pleto, cuando un día entre los días, al pasar cerca de donde estaba Kuat Al-Kulub, le oyó cantar tristemente algunos versos. Y oyó también que decía lo siguiente: “¡Qué alma tan hermosa la tuya, ¡oh Ghanem ben­-Ayub! y qué corazón tan generoso! Fuiste noble para aquel que te opri­mió. Respetaste la mujer de aquel que había de arrebatar las mujeres de tu casa. Salvaste del oprobio a la mujer de aquel que derramó la ver­güenza sobre los tuyos y sobre ti. Pero ya llegará el día en que tú y el califa os veáis ante el único Juez, el único Justo, y saldrás victorioso de tu opresor, con la ayuda de Alah y con los ángeles por testigos.”

Al oír el califa estas palabras, comprendió lo que significaban estas quejas, sobre todo cuando nadie po­día oírlas. Y se convenció de cuán injusto había sido con ella y con Ghanem. Se apresuró, pues, a volver a palacio, y encargó al jefe de los eunucos que fuese a buscar a Kuat Al-Kulub. Y Kuat Al-Kulub se pre­sentó entre sus manos, y permaneció con la cabeza inclinada, arrasados los ojos en lágrimas y el corazón muy triste. Y el califa dijo: “¡Oh Kuat Al-Kulub! He oído que te do­lías de mi injusticia. Has afirmado que obré mal con quien obró bien conmigo. ¿Quién ha respetado a mis mujeres mientras que yo perseguía a las suyas? ¿Quién ha protegido a mis mujeres mientras que yo des­honraba a las suyas?” Y Kuat Al­Kulub contestó: “Es Ghanem ben-­Ayub El-Motim El-Masslub: Te juro, ¡oh mi señor! por tus mercedes y tus beneficios, que nunca intentó forzarme Ghanem, ni cometió con­migo nada que merezca censura. No hallarías en él ni el impudor ni la brutalidad.” Y convencido el califa, disipadas todas sus sospechas, dijo:

¡Qué desventura la de este error, oh Kuat Al-Kulub! ¡Verdadera­mente, no hay sabiduría ni poder más que en Alah el Altísimo y el Omnisciente! Pídeme lo que quieras, y satisfaré todos tus deseos.” Y Kuat Al-Kulub dijo: “¡Oh Emir de los Creyentes! si me lo permites, te pedi­ré a Ghanem ben-Ayub.” Y el califa, a pesar de todo el amor que aún le inspiraba su favorita, le dijo: “Así se hará, si Alah lo quiere. Te lo prometo con toda la generosidad de un corazón que nunca se vuelve atrás de lo que ha ofrecido. Será colmado de honores.” Y Kuat Al­-Kulub prosiguió: “¡Oh Emir de los Creyentes! te pido que cuando vuelva Ghanem le hagas don de mi persona, para ser su esposa.” Y el califa dijo: “Cuando vuelva Ghanem, te conce­deré lo que pides, y serás su esposa y propiedad suya.” Y contestó Kuat Al-Kulub: “¡Oh Emir de los Cre­yentes! nadie sabe lo que ha sido de Ghanem, pues el mismo sultán de Damasco te ha dicho que ignoraba su paradero. Concédeme que lo pue­da buscar yo, con la esperanza de que Alah me permitirá encontrarle.” Y el califa dijo: “Te autorizo para que hagas lo que te parezca.”

Y Kuat Al-Kulub, con el pecho dilatado de alegría y regocijado el corazón, se apresuró a salir de pala­cio, habiéndose provisto de mil dina­res de oro.

Y recorrió aquel primer día toda la ciudad; visitando a los jeiques de los barrios y a los jefes de las calles. Pero les interrogó sin conseguir nin­gún resultado.

El segundo día fue al zoco de los mercaderes, y recorrió las tiendas, y fue a ver al jeique, a quien entrego una gran cantidad de dinares para que los repartiese entre los forasteros pobres.

El tercer día se proveyó de otros mil dinares, y visitó el zoco de los orífices y de los joyeros. Y se encon­tró con el jeique entre los principales jeiques, a quien entregó otra canti­dad de oro para que lo repartiese entre los forasteros pobres. Y el jeique le dijo: “¡Oh mi señora! Pre­cisamente tengo recogido en mi casa a un joven forastero y enfermo, cuyo nombre ignoro, pero debe ser hijo de algún mercader muy rico y de noble prosapia. Porque aunque está como una sombra, es un joven de hermoso rostro, dotado de todas las cualidades y de todas las perfec­ciones. Indudablemente debe estar en tal situación por grandes deudas o por algún amor desgraciado.” Al oírlo Kuat Al-Kuíub, sintió que el corazón le palpitaba violentamente y que las entrañas se le estreme­cían. Y dijo al jeique: “¡Oh jeique! Ya que no puedes abandonar el zoco, haz que alguien me acompañe a tu casa..” Y el jeique dijo: “Sobre mi cabeza y sobre mis ojos.” Y llamó a un niño, y le dijo: ¡Oh Felfel! lleva a esta señora a casa.” Y Felfel echó a andar delante de Kuat Al­-Kulub, y la llevó a casa del jeique, donde estaba el forastero enfermo.


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19