西语阅读:《一千零一夜》连载二十五(2)

网络资源 Freekaoyan.com/2008-04-17

Luego apoyó el cargador su mano en la mejilla, y a toda voz cantó los siguientes versos que iba improvi­sando:

¡Suele ocurrir que un desgraciado sin albergue se despierte de pronto a la sombra de un palacio creado por su Destino! ¡Pero ¡ay! cada mañana me despierto más miserable que la víspera!

¡Por instantes aumenta mi infortu­aio, como la carga que a mi espalda pesa fatigosa; en tanto que otros viven dichosos y contentos en el seno de los bienes que la suerte les prodiga!

¿Cargó nunca el Destino la espalda de un hombre con carga parecida a la aguantada por mi espadda?... ¡Sin embargo, no dejan de ser mis seme­jantes otros que están ahítos de hono­res y reposo?

¡Y aunque no dejan de ser mis se­mejantes, entre ellos y yo puso la suer­te alguna diferencia, pareciéndome yo a ellos como el vinagre amargo y ran­cio se parece al vino!

¡Pero no pienses que te acuso lo más mínimo, ¡oh mi Señor! porque nunca haya gozado yo de tu largueza! ¡Eres grande, magnánimo y justo, y bien sé que juzgas con sabiduría!

Al concluir de cantar tales versos, Sindbad el Cargador se levantó y quiso poner de nuevo la carga en su cabeza, continuando su camino, cuando se destacó en la puerta del palacio y avanzó hacia él un escla­vito de semblante gentil, de formas delicadas y vestiduras muy hermo­sas, que cogiéndole de la mano, le dijo: “Entra a hablar con mi amo, qus desea verte.” Muy intimidado, el cargador intentó encontrar cualquier excusa que le dispensase de seguir al joven esclavo, mes en vano. Dejó, pues su cargamento en el vestíbulo, y penetró con el niño en el interior de la morada.

Vio una casa espléndida, llena de personas graves y respetuosas, y en el centro de la cual se abría una gran sala, donde le introdujeron. Se encontró allí ante una asamblea nu­merosa compuesta de personajes que parecían honorables, y debían ser convidados de importancia. También encontró allí flores de todas es­pecies, perfumes de todas clases, con­fituras secas de todas calidades, go­losinas, pastas de almendras, frutas maravillosas y una cantidad prodi­giosa de bandejas cargadas con cor­deros asados y manjares suntuosos, y más bandejas cargadas con bebidas extraídas del zumo de las uvas. En­contró asimismo instrumentos armó­nicos que sostenían en sus rodillas unas esclavas muy hernosas, senta­das ordenadamente an el sitio asig­nado a cada una.

En medio de la sala, entre los de­más convidados, vislumbró el carga­dor a un hombre de rostro imponen­te y digno, cuya barba blanqueaba a causa de los años, cuyas facciones eran correctas y agradables a la vis­ta. y cuya fisonomía toda denotaba gravedad, bondad, nobleza y gran­deza.

Al mirar todo aquello, el cargador Sindbad . . .

En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la maña­na, y se calló discretamente.

PERO CUANDO LLEGÓ LA 291 NOCHE

Ella dijo:

. . . Al minar toda aquello, el car­gador Sindbad quedó sobrecogido, y se dijó: “¡Por Alah! ¡Esta morada debe ser un palacio del país de los genios poderosos, y la residencia de un rey muy ilustre, o de un sultán!” Luego se apresuró a tomar la actitud que requerían la cortesía y la mun­danidad, deseó la paz a todos los asistentes, hizo votos para ellos, besó la tierra entre sus manos, y acabó manteniéndose de pie, con la cabaza baja, demosnrando respeto y modestia.

Entonces el dueño de la casa le dijo que se apróximara, y le invitó a sentarse a su lado después de de­searle la bienvenida con acento muy amable: le sirvió de comer, ofrecién­dole lo más delicado, y lo más deli­cioso, y lo más hábilmente condi­mentado entre todos los manjares que cubrían las bandejas. Y no dejó Sindbad el Cargador de hacer honor a la invitación luego de pronunciar la fórmula invocadora. Así es que comió hasta hartarse; después dio las graciás a Alah, diciendo: “¡Loores a él siempre!” Tras de lo cual, se lavó las manos y agradeció a todos los convidados su amabilidad.

Solamente entonces dijo el dueño de la casa al cargador, siguiendo la costumbre qus no permite hacer pre­guntas al huésped más que cuando se le ha servido de comer y beber: ¡Sé bienvenido, y obra con toda li­bertad! ¡Bendiga Alah tus días! Pe­ro, ¿puedes decirme tu nombre y profesión, ¡oh huésped mío!?” Y con­tsstó el otro: “¡Oh señor! me llamo Sindbad el Cargador, y mi profesión consiste en transportar bultos sobre mi cabeza mediante un salario.” Son­rió el dueño de la casa y le dijo: “¡Sabe, ¡oh cargador! que tu nom­bre es igual que mi nombre, pues ms llamo Sindbad el Marino!”

Luego continuó: “¡Sabe también, ¡oh cargador! que si te rogué que vinieras aquí fue para oírte repetir las hermosas estrofas que cantabas cuando estabas sentado en el banco ahí fuera!”

A estas palabras sonrojóse el car­gador, y dijo: “¡Por Alah sobre ti! ¡No me guardes rencor a causa da tan desconsiderada acción, ya que las penas, las fatigas y las miserias, que nada dejan en la mano, hacen descortés, necio e insolente al hom­bre!” Pero Sindbad el Marino dijo a Simbad el Cargador: “No te aver­güences de lo que cantaste, ni te turbes, porque en adelante serás mi hermano. ¡Sólo te ruego que te des prisa en cantar esas estrofas que es­cuché y me maravillaron mucho!” Entonces cantó el cargador las estro­fas en cuestión, que gustaron en ex­tremo a Sindbad el Marino.


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