西语阅读:《一千零一夜》连载九(2)

网络资源 Freekaoyan.com/2008-04-17

Al ver a Hassán Badreddin y ad­vertir su hermosura, sus encantos Y su rostro luminoso cual la luna cre­ciente, las mujeres se emocionaron hasta casi quedarse sin aliento y perder la razón. Y ardía cada cual en deseos de abrazar a aquel joven maravilloso, y traerte a su regazo, permaneciendo unidos un año, o un mes, o siquiera una hora.

Y en un momento dado, todas estas mujeres, no pudiendo resistir por más tiempo, se descubrieron el rostro, levantando el velillo. ¡Y se mostraron sin pudor, olvidando la presencia del jorobado! Y todas se acercaron a Hassán Badreddin para admirarle más de cerca y decirle palabras de amor, o siquiera guiñarle un ojo para que pudiese comprender cuánto le deseaban. Y además las danzarinas y las cantoras ponderaban la generosidad de Hassán, alentan­do a las damas a que le sirviesen lo mejor posible. Y las damas decían: “¡Por Alah! ¡He aquí un hermoso joven! ¡Este sí que puede dormir con Sett El-Hosn! ¡Nacieron el uno para el otro! ¡Confunda, pues, Alah a ese maldito jorobado!”

Y mientras las damas seguían ala­bando a Hassán y lanzando impre­caciones contra el jorobado, las tañe­doras de instrumentos rompieron a tocar, se abrió la puerta de la cámara nupcial y la novia Sett El-Hosn entró en la sala de festejos rodeada de eunucos y doncellas.

Sett El-Hosn, hija del visir Cham­seddin, apareció en medio de su servidumbre, y brillaba como una hurí. Las otras, comparadas con ella, no eran más que unos astros que formaran su cortejo, como las estre­llas que rodean a la luna al salir de una nube. Se había perfumado con ámbar, almizcle y rosa, y su peinada cabellera brillaba bajo la, seda que la cubría. Sus hombros admirables marcábanse a trayés de su traje­ suntuoso. Iba de un mdo regio: entre otras galas, llevaba un vestido bordado de oro rojo, con dibujos de pájaros y flores. Y esto era el traje exterior, pues los interiores sólo Alah sería- capaz de conocerlos y estimarlos en su verdadero mérito. En la garganta lucía un collar que suponía incalculables millares de di­narés. Y cada una de sus piedras era de tal valor, que ningún mortal, ni el rey en persona, las había visto iguales.

En una palabra, Sett El-Hosn apa­recía tan hermosa como la luna llena en la decimacuarta noche.

Y Hassán Badreddin seguía sen­tado entre el grupo de damas, causan­do la admiración de todas. Y la novia avanzó con un gracioso movimiento, dirigiéndose hacia el estrado. Enton­ces el jorobado se levantó y quiso besarla. Pero ella, horrorizada, lo rechazó y fue a colocarse rápida­mente al lado del hermoso Hassán. ¡Y pensar que era su primo, y ella no lo sabía, lo misma que él!

Y todas las damas se echaron a reír, principalmente cuando la novia se detuvo ante el hermoso Hassán, por el cual se sintió al instante abra­sada en deseos, y exclamó, levan­tando al cielo las manos: “¡Alahum­ma! ¡Haz que este hermoso joven sea mi marido, y líbrame de ese pala­frenero jorobado!”

Entonces, Hassán Badreddin, si­guiendo las instrucciones del efrit, metió la mano en su bolsillo y la sacó llena de oro, echándoselo a puñados a las servidoras de Sett El­-Hosn y a las cantoras y danzarinas, que exclamaron: “¡Ojalá poseas a la novia!” Y Badreddin correspondió con una gentil sonrisa a este deseo y a las felicitaciones.

Y el jorobado se veía, durante esta escena, abandonado de todos; y ha­llábase solo, más feo que un mico. Y todas las personas que por casua­lidad se le acercaban, a pasar junto a él apagaban la vela en señal de burla. Y así permaneció algún tiem­po, aburriéndose y poniéndose cada, vez de peor humor.

La novia dio la vuelta al salón siete veces consecutivas, vestida cada una de diferente modo, y seguida por todas las damas, y se paraba a cada vuelta delante de Hassán Ba­dreddin El-Bassrauí. Y cada traje nuevo era mucha más hermoso que el anterior, y cada aderezo infinita­mente superior a los otros aderezos. Y mientras avanzaba lentamente la novia, las tañedoras hacían maravi­llas y las cantoras decían las cancio­nes más apasionadamente amorosas y excitantes, y las danzarinas, acom­pañándose con las panderetas, salta­ban como pájaros. Y Hassán Badred­din El-Bassrauí no dejaba de lanzar puñados de oro, esparciéndolo por todo el salón, y las mujeres se preci­pitaban a recogerlo para tocar algo que hubiera pasado por la mano del joven. Y el jorobado presenciaba to­do esto muy desolado. Y su desola­ción aumentaba cada vez que veía a una de las mujeres volverse hacia Hassán. Y todo el mundo reía. Terminada la séptima vuelta, se acabó la boda, que había durado gran parte de la noche. Y las tañedo­ras dejaron de pulsar los instrumen­tos, las danzarinas y las cantoras se detuvieron, pasando con todas las damas por delante de Hassán, besán­dole la mano o tocándole la orla del traje. Y todo el mundo le miraba al salir, haciéndole entender que no se moviera de aquel sitio. Y en efecto, sólo quedaran en el salón el joven Hassán, el jorobado y la novia con su servidumbre. Entonces las doncellas se levaron a Sett El-Hosn a la estancia destinada a desnu­darse, quitáronla uno por uno los vestidos, diciendo al caer cada pren­da: “¡En nombre de-Alah!” para librarla del mal de ojo. Y después se fueron, dejándola sola con su vieja nodriza, que antes de conducirla a la cámara nupcial tenía que aguar­dar que entrase primero el novio jorobado.


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19