Y aterrado Ghanem, pensaba: ¡Qué negro tan listo! ¡Confunda Alah a todos, los sudaneses por su perfidia y su malignidad!” Después, muerto de miedo, dijo: “¡No hay fuerza ni poder más que en Alah el Altísimo y el Omnipotente! ¿Quién me podrá salvar ahora de este peligro?”
Y los dos negros dijeron al que llevaba el farol: “¡Oh Sauab! sube a lo alto del muro, y salta dentro de la turbeh, y ábrenos la puerta, pues estamos muy cansadas del peso de este cajón encima del cuello y de los hombros. Y si nos abres la puerta, te preservaremos al más rollizo de los individuos que cojamos ahí dentro, y te lo coceremos muy en su punto, dorándole la piel, cuidando que no se desperdicie ni una gota de grasa.” Pero Sauab contestó: “Como tengo tan poca inteligencia, refiero que tiremos este cajón por encima de la tapia, ya que nos han dado la orden de dejarlo en esta turbeh.” Pero los otros dos negros contestaron: “Si lo tiramos como dices, se hará pedazos:” Y Sauab replicó: “Pero si entramos en la turbeh, acaso nos sorprendan los bandidos que ahí suelen ocultarse para asesinar y desvalijar a los viajeros. Ya sabéis que en ese sitio se reúnen por la noche todos los bandoleros para repartirse el botín.” Los otros dos negros dijeron. “¿Es posible que seas tan infeliz que creas semejantes majaderías?”
Y dejando el cajón en el suelo, escalaron la pared, saltaron dentro de la turbeh y corrieron a abrir, mientras el otro les alumbraba desde fuera. Metieron entre los tres el cajón, cerraron la puerta y se sentaron a descansar en la turbeh. Y uno dijo: “Verdaderamente, ¡oh hermanos! que estamos rendidos de tanto caminar y por el trabajo que hemos hecho. Y he aquí que es media noche. Descansemos algunas horas, y después abriremos la zanja para enterrar este cajón, cuyo contenido ignoramos. Luego del descanso podremos trabajar mejor. Y para pasar agradablemente estas horas de reposo, cuente cada uno cómo ha llegado a ser eunuco y por qué se le mutiló, relatándolo todo desde cl principio hasta el fin. De está manera pasaremos la noche agradablemenie.”
Y en este momento de su narración, Schahrazada vio clarear el día y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGÓ LA 38a NOCHE
Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que cuando uno de los negros sudaneses propuso que cada uno contase la historia de su mutilación, el negro Sáuab, portador de la linterna y los azadones, tomó la palabra, y como los otros se rieran, repuso: “¿De qué os reís? ¿De que sea el primero en contar por qué me mutilaron?” Y los otros dijeran: “Nos parece muy bien. ¡Te escuchamosl”
Entonces el eunuco Sauab dijo:
HISTORIA DEL NEGRO SAUAB, PRIMER EUNUCO SUDANÉS
“Sabed, ¡oh mis hermanos! que apenas tenía cinco años de edad cuando el mercader de esclavos me sacó de mi tierra para traerme a Bagdad, y me vendió a un guardia de palacio. Este hombre tenía una hija que en aquel momento contaba tres años. Fui criado con ella, era la diversión de todos cuando jugaba con la niña, y bailaba danzas muy graciosas y le cantaba canciones. Todo el mundo quería al negrito.
Juntos crecimos de- aquel modo, y yo llegué a los doce años y ella a los diez. Y nos dejaban jugar juntos. Pero un día entre los días, al encontrarla sola en un sitio apartado, me acerqué a ella, según costumbre. Precisamente acababa de tomar un baño en el hamman, y estaba deliciosa y perfumada. En cuanto a su rostro, parecía la luz en su décima cuarta noche. Al verme corrió hacia mí, y nos pusimos a jugar y a hacer mil locuras. Y la estreché entre mis brazos, mientras que ella se me colgaba del cuello apretándome con todas sus fuerzas.
Una vez terminada la cosa, la niña se echó a reír otra vez, y volvió a besarme, pero yo estaba aterrado con lo que acababa de ocurrir, y me escapé de entre sus manos, corriendo a refugiarme en la casa de un negro amigo mío.