西语阅读:《一千零一夜》连载三十六(2)

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Cuando el mago vio la lámpara la reconoció al primer golpe de vista y empezó a temblar de emoción. Y el eunuco le dijo: “¿Qué te pasa? ¿Acaso encuentras esta lampara de­masiado vieja para cambiarla?” Pe­ro el mago, que había dominado ya su excitación, tendió la mano con la rapidez del buitre que cae sobre la tórtola, cogió la lámpara que le ofrecía el eunuco y se la guardó en el pecho. Luego presentó al eunuco el cesto, diciendo: “¡Coge la que más te guste!” Y el eunuco escogió una lámpara muy bruñida y comple­tamente. nueva, y se apresuro a lle­vársela a su ama Badrú’l-Budur, echándose a reír y burlándose de la locura del maghrebín. ¡Y he aquí lo referente al agha de los eunucos y al cambio de la lámpara mágica en ausencia de Aladino!

En cuanto al mago, echó a correr en seguida, tirando el cesto con su contenido a la cabeza de los pillue­los, que continuaban mofándose de él, para impedirles que le siguieran. Y de tal modo desembarazado, fran­queó recintos de palacios y jardines y se aventuró por las calles de la ciu­dad, dando mil rodeos, a fin de que perdieran su pista quienes hubiesen querido perseguirle. Y cuando llegó a un barrio completamente desierto, se saco del pecho la lámpara y la frotó. Y él efrit de la lámpara res­pondió a esta llamada, apareciéndó­se ante él al punto, y diciendo: “¡Aquí tienes entre tus manos a tu esclavo! ¿Qué quieres? Habla. ¡Soy el servidor de la lámpara en el aire por donde vuelo y en la tierra por donde me arrastro!” Porque el efrit obedecía indistintamente a quien­quiera que fuese el poseedor de aquella lámpara, aunque, como el mago, fuera por el camino de la maldad y de la perdición.

Entonces el maghrebín le dijo: ¡Oh efrit de la lámpara! te ordeno que cojas el palacio que edificaste para Aladino y lo transportes con todos los seres y todas las cosas que contiene a mi país, que ya sabes cuál es, y que está en el fondo del Magh­reb, entre jardines. ¡Y también me transportarás a mí allá con el pala­cío!” Y contestó el efrit esclavo de la lámpara: “¡Escucho y obedez­co! ¡Cierra un ojo y abre un ojo, y te encontrarás en tu país, en medio del palacio de Aladino!” Y efecti­vamente, en un abrir y cerrar de ojos se hizo todo. Y el maghrebín se en­contró transportado, con el palacio de Aladino en medio de su país, en el Maghreb africano. ¡Y esto es lo referente a él!

Pero en cuanto al sultán; padre de Badrú’l-Budur, al despertarse el siguiente día salió de su palacio, co­mo tenía por costumbre, para ir a visitar a su hija a la que quería tan­to. Y en el sitio en que se alzaba el maravilloso palacio no vio más que, un amplio meidán agujereado por las zanjas vacías de los cimientos. Y en el límite de la perplejidad, ya no supo si habría perdido la razón; y empezó a restregarse los ojos para darse cuenta mejor de lo que veía. ¡Y comprobó que con la claridad del sol saliente y la limpidez de la ma­ñana no había manera de engañarse, y que el palacio ya no estaba allí! Pero quiso convencerse más aún de aquella realidad enloquecedora, y su­bió al piso más alto, y abrió la ven­tana que daba enfrente de los apo­sentos de su hija. Y no vio palacio ni huella de palacio, ni jardines ni huella de jardines, sino sólo un inmenso meidán donde, de no estar las zanjas, habrían podido los caballeros justar a su antojo.

Entonces, desgarrado de ansiedad, el desdichado padre empezó a gol­pearse las manos una contra otra y a mesarse la barba llorando, por más que no pudiese darse cuenta exacta de la naturaleza y de la magnitud de su desgracia. Y mientras de tal suerte desplomábase sobre el diván, su gran visir entró para anunciarle, como de costumbre, la apertura de la sesión de justicia. Y vio el estado en que se hallaba, y no supo qué pensar. Y el sultán le dijo: “¡Acér­cate aquí!” Y el visir se acercó, y el sultán le dijo: “¿Dónde está el palacio de mi hija?” El otro dijo:

¡Alah guarde al sultán! ¡pero no comprendo lo que quiere decir!” El sultán dijo: “¡Cualquiera creería ¡oh visir! que no estás al corriente de la triste nueva!” El visir dijo: “Claro que no lo estoy, ¡oh mi señor! ¡por Alah, que no sé nada, absolutamente no!” El sultán dijo: “¡En ese caso, no has mirado hacia el palacio de Aladino!” El visir dijo: “¡Ayer tar­de estuve a pasearme por los jardi­nes que lo rodean, y no he notado ninguna cosa de.particular, sino que la puerta principal estaba cerrada a causa de la ausencia del emir Aladi­no!” El sultán dijo: “¡En ese caso, ¡oh visir! mira por esta ventana y dime si no notas ninguna cosa de particular en ese palacio que ayer viste con la puerta cerrada!” Y el visir sacó la cabeza por la ventana y miró, pero fue para levantar los bra­zos al cielo, exclamando: “¡Alejado sea el Maligno!” ¡el palacio ha des­aparecido!” Luego se encaró con el sultán, y le dijo: “¡Y ahora ¡oh mi señor!' ¿vacilas en creer que ese pa­lacio, cuya arquitectura y ornamen­tación admiraban tanto, sea otra cosa que la obra de la más admirable he­chicería? Y el sultán bajó la cabeza y reflexionó durante una hora de tiempo. Tras de lo cual levantó la cabeza, y tenía el rastro revestido de furor. Y exclamó: “¿Dónde está ese malvado, ese aventurero, ese mago, ese impostor, ese hijo de mil perros, que se llama Aladino?” Y el visir contestó con el corazón dilatado de triunfo: “¡Está ausente de casa; pero me ha anunciado su regreso para hoy antes de la plegaria del medio­día! ¡Y si quieres, me encargo de ir yo mismo a informarme acerca de él sobre lo que ha sido del palacio con su contenido!” Y el rey se puso a gritar: “No ¡por Alah! ¡Hay que tratarle como a los ladrones, y a los embusteros! ¡Que me le traigan los guardias cargado de cadenas!”


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19