HISTORIA DEL VISIR NUREDDIN, DE SU HERMANO EL VISIR CHAMSEDDIN Y DE HASSAN BADREDDIN
Entonces, Giafar Al-Barmaki dijo:
“Sabe, ¡oh Comendador de los Creyentes! que había en el país de Mesr un sultán justo y benéfico. Este sultán tenía un visir sabio y prudente, versado en las ciencias y las letras. Y este visir, que era. muy viejo, tenía dos hijos que parecían dos lunas. El mayor se llamaba Chamseddin y el menor Nureddin; pero Nureddin, el más pequeño, era ciertamente más guapo y mejor formado que Chaniseddin, el cual, por otra parte, era perfecto. Pero nadie igualaba en todo el mundo a Nureddin. Era tan admirable, que en ninguna comarca se ignoraba su hermosura, y muchos viajeros iban a Egipto, desde los países más remotos, sólo por el gusto de contemplar su perfección y las facciones de su rostro.
Pero quiso el Destino que falleciera su padre el visir. Y el sultán se condolió mucho. Enseguida mandó llamar a los dos jóvenes, hizo que se aproximaran a él, les regaló trajes de honor, y les dijo: “Desde ahora desempeñaréis junto a mí el cargo de vuestro padre:” Entonces ellos se alegraron, y besaron la tierra entre las manos del sultán. Después hicieron que duraran todo un mes las exequias fúnebres de su padre, y en seguida empezaron a desempeñar su nuevo cargo de visires, y cada uno ejercía durante una semana las funciones del visirato. Y cuando el sultán salía de viaje, sólo llevaba consigo a uno de los dos hermanos.
Y una noche entre las noches, ocurrió que el sultán tenía que salir a la mañana siguiente, Y habiéndole tocado el cargo de visir aquella semana a Chamseddin, el mayor, los dos hermanos departían sobre asuntos diversos para entretener la velada. En el transcurso de la conversación, el mayor dijo al menor: “¡Oh hermano mío! creo que debemos pensar en casarnos, y mi intención es que nos casemos la misma noche.” . Y Nureddin contestó: “Hágase según tu voluntad, ¡oh hermano mío! pues estoy de acuerdo contigo en esta y en todas las cosas.” Y convenido ya entre los dos este primer punto, Chamseddin dijo a Nureddin: “Cuando, gracias a Alah; nos hayamos unido con dos jóvenes, y suponiendo que nuestras mujeres conciban la primera noche de nuestras bodas, y que luego den a luz en un mismo día (¡si Alah lo quiere!) tu esposa un niño y la mía una niña; tendremos que casar uno con otro a los dos primos.” Y Nureddin repuso: “¡Oh hermano mío! ¿y qué piensas pedir entonces como dote a mi hijo para darle a tu hija?” Y Chamseddin dijo: “Pediré a tu hijo, como precio de mi hija, tres mil dinares de oro, tres huertos y tres de los mejores pueblos de Egipto. Y realmente esto será bien poca cosa, comparado con mi hija. Y si tu hijo no quiere aceptar ese contrato, no habrá nada de lo dicho.” Al oírlo, respondió Nureddin: “Pero ¿estás soñando? ¿Qué dote quieres pedirle a mi hijo? ¿Has olvidado que somos dos hermanos, y hasta dos visires en uno solo? En vez de esas exigencias, deberías ofrecer como presente tu hija a mi hijo, sin pensar en pedirle ninguna dote. Además, ¿no sabes que el varón vale siempre más que la hembra? Y he aquí que el varón es mi hijo, ¿y aún aspiras a que lleve la dote, cuando es tu hija quien debiera traerla? Obras como aquel comerciante que no quiere, vender su mercancía, y para asustar al parroquiano empieza por pedirle cuatro veces su precio.” Entonces dijo Chamseddin: “Sin duda te figuras que tu hijo es más noble que mi hija, lo cual demuestra que careces en absoluto de razón y sentido común, y sobre todo de agradecimiento. Porque al hablar del visirato, olvidas que tan altas funciones me las debes a mí solo, y si te asocié conmigo, fue por lástima únicamente, para que pudieses ayudarme en mi labor. ¡Pero, en fin, ya está dicho! Puedes creer lo que gustes; porque yo desde el momento en que piensas así, ¡ya no quiero casar a mi hija con tu hijo ni aun a peso de oro!” Mucho le dolieron estas palabras a Nureddin, que contestó: “¡Tampoco yo quiero casar a mi hijo con tu hija!” Y Chamseddin replicó entonces: “Pues no hay para qué hablar más del asunto. Y como mañana tengo que marchar con el sultán, no dispongo de tiempo para que comprendas lo inconveniente de tus palabras. Pero después, ¡ya verás! ¡Cuando regrese, si Alah lo permite, sucederá lo que ha de suceder!”
Entonces Nureddin se alejó, muy apenado por está escena, y se fue a dormir solo, con sus tristes pensamientos.
A la mañana siguiente salió de viaje el sultán, acompañado del visir Chamseddin, y se dirigió hacia la ribera del Nilo, lo atravesó en hacia para llegar a Guesirah, y desde allí hasta las Pirámides.
En cuanto a Nureddin, después de haber pasado aquella noche contrariadísimo por el modo de proceder de su llermano, se levantó casi al amanecer, hizo sus abluciones, dijo la primera oración matinal, y después se dirigió a su armario, del cual sacó una alforja, y la llenó de oro, pensando siempre en las palabras despectivas de Chamseddin y en la humillación sufrida. Y entonces recitó estas estrofas:
¡Marcha, amigo mío! ¡Abandónalo todo, y marcha! ¡Otros amigos encontrarás en vez de los que dejas! ¡Marcha! ¡Deja la ciudad y arma tu tienda de campaña! ¡Y vive en ella! ¡Allí, y nada más que allí, encontrarás las delicias de la vida!
¡En las moradas civilizadas y estables, no hay fervor ni hay amistad! ¡Créeme! ¡Huye de tu patria! ¡Arráncate del suelo de tu patria! ¡Intérnate en países extranjeros!