西语阅读:《一千零一夜》连载七

网络资源 Freekaoyan.com/2008-04-17

HISTORIA DEL VISIR NUREDDIN, DE SU HERMANO EL VISIR CHAMSEDDIN Y DE HASSAN BADREDDIN

Entonces, Giafar Al-Barmaki dijo:

“Sabe, ¡oh Comendador de los Creyentes! que había en el país de Mesr un sultán justo y benéfico. Este sultán tenía un visir sabio y prudente, versado en las ciencias y las letras. Y este visir, que era. muy viejo, tenía dos hijos que parecían dos lunas. El mayor se llamaba Chamseddin y el menor Nureddin; pero Nureddin, el más pequeño, era ciertamente más guapo y mejor for­mado que Chaniseddin, el cual, por otra parte, era perfecto. Pero nadie igualaba en todo el mundo a Nured­din. Era tan admirable, que en nin­guna comarca se ignoraba su hermo­sura, y muchos viajeros iban a Egip­to, desde los países más remotos, sólo por el gusto de contemplar su per­fección y las facciones de su rostro.

Pero quiso el Destino que falle­ciera su padre el visir. Y el sultán se condolió mucho. Enseguida man­dó llamar a los dos jóvenes, hizo que se aproximaran a él, les regaló trajes de honor, y les dijo: “Desde ahora desempeñaréis junto a mí el cargo de vuestro padre:” Entonces ellos se alegraron, y besaron la tie­rra entre las manos del sultán. Des­pués hicieron que duraran todo un mes las exequias fúnebres de su padre, y en seguida empezaron a desempeñar su nuevo cargo de visi­res, y cada uno ejercía durante una semana las funciones del visirato. Y cuando el sultán salía de viaje, sólo llevaba consigo a uno de los dos hermanos.

Y una noche entre las noches, ocurrió que el sultán tenía que salir a la mañana siguiente, Y habién­dole tocado el cargo de visir aquella semana a Chamseddin, el mayor, los dos hermanos departían sobre asuntos diversos para entretener la velada. En el transcurso de la con­versación, el mayor dijo al menor: “¡Oh hermano mío! creo que debe­mos pensar en casarnos, y mi inten­ción es que nos casemos la misma noche.” . Y Nureddin contestó: “Há­gase según tu voluntad, ¡oh hermano mío! pues estoy de acuerdo contigo en esta y en todas las cosas.” Y convenido ya entre los dos este pri­mer punto, Chamseddin dijo a Nureddin: “Cuando, gracias a Alah; nos hayamos unido con dos jóvenes, y suponiendo que nuestras mujeres conciban la primera noche de nues­tras bodas, y que luego den a luz en un mismo día (¡si Alah lo quiere!) tu esposa un niño y la mía una niña; tendremos que casar uno con otro a los dos primos.” Y Nureddin repuso: “¡Oh hermano mío! ¿y qué piensas pedir entonces como dote a mi hijo para darle a tu hija?” Y Chamseddin dijo: “Pediré a tu hijo, como precio de mi hija, tres mil dinares de oro, tres huertos y tres de los mejores pueblos de Egipto. Y realmente esto será bien poca cosa, comparado con mi hija. Y si tu hijo no quiere aceptar ese contrato, no habrá nada de lo dicho.” Al oírlo, respondió Nureddin: “Pero ¿estás soñando? ¿Qué dote quieres pedirle a mi hijo? ¿Has olvidado que somos dos hermanos, y hasta dos visires en uno solo? En vez de esas exigencias, deberías ofrecer como presente tu hija a mi hijo, sin pensar en pedirle ninguna dote. Además, ¿no sabes que el varón vale siempre más que la hembra? Y he aquí que el varón es mi hijo, ¿y aún aspiras a que lleve la dote, cuando es tu hija quien debiera traerla? Obras como aquel comerciante que no quiere, vender su mercancía, y para asustar al parroquiano empieza por pedirle cuatro veces su precio.” Entonces dijo Chamseddin: “Sin duda te figu­ras que tu hijo es más noble que mi hija, lo cual demuestra que care­ces en absoluto de razón y sentido común, y sobre todo de agradeci­miento. Porque al hablar del visirato, olvidas que tan altas funciones me las debes a mí solo, y si te asocié conmigo, fue por lástima únicamente, para que pudieses ayudarme en mi labor. ¡Pero, en fin, ya está dicho! Puedes creer lo que gustes; porque yo desde el momento en que piensas así, ¡ya no quiero casar a mi hija con tu hijo ni aun a peso de oro!” Mucho le dolieron estas palabras a Nureddin, que contestó: “¡Tampoco yo quiero casar a mi hijo con tu hija!” Y Chamseddin replicó enton­ces: “Pues no hay para qué hablar más del asunto. Y como mañana tengo que marchar con el sultán, no dispongo de tiempo para que com­prendas lo inconveniente de tus pala­bras. Pero después, ¡ya verás! ¡Cuan­do regrese, si Alah lo permite, suce­derá lo que ha de suceder!”

Entonces Nureddin se alejó, muy apenado por está escena, y se fue a dormir solo, con sus tristes pensa­mientos.

A la mañana siguiente salió de viaje el sultán, acompañado del visir Chamseddin, y se dirigió hacia la ribera del Nilo, lo atravesó en hacia para llegar a Guesirah, y desde allí hasta las Pirámides.

En cuanto a Nureddin, después de haber pasado aquella noche con­trariadísimo por el modo de proceder de su llermano, se levantó casi al amanecer, hizo sus abluciones, dijo la primera oración matinal, y des­pués se dirigió a su armario, del cual sacó una alforja, y la llenó de oro, pensando siempre en las pala­bras despectivas de Chamseddin y en la humillación sufrida. Y enton­ces recitó estas estrofas:

¡Marcha, amigo mío! ¡Abandónalo todo, y marcha! ¡Otros amigos encon­trarás en vez de los que dejas! ¡Mar­cha! ¡Deja la ciudad y arma tu tienda de campaña! ¡Y vive en ella! ¡Allí, y nada más que allí, encontrarás las delicias de la vida!

¡En las moradas civilizadas y esta­bles, no hay fervor ni hay amistad! ¡Créeme! ¡Huye de tu patria! ¡Arrán­cate del suelo de tu patria! ¡Intérnate en países extranjeros!


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19