西语阅读:《一千零一夜》连载二十三(3)

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Y tal es, ¡oh hermanos! la causa de mutilación. He aquí que se ha terminado mi historia. ¡Uassalam!”

Y los otros dos negros, oído el relato de Kafur, empezaron a reirse y a burlarse de él, diciendo: “Eres todo un bribón, hijo de bribón. Y tu mentira fue una mentira formi­dable.”

Después el tercer negro, llamado Bakhita, tomó la palabra, y diri­giéndose a sus dos compañeros dijo:

HISTORIA DEL NEGRO BAKHITA, TERCER EUNUCO SUDANÉS

“Sabed, ¡oh hijos de mi tío! que cuanto acabarnos de oír es inocente y vano. Os voy a contar la causa de mi mutilación, y veréis que merecí peor castigo, pues he fal­tado a los respetos de mi ama y llegado a otros extremos. Pero los detalles de mis desmanes son tan ex­traordinarios, tan prolijos en inci­dentes, que ahora sería muy largo su relato, pues he aquí, ¡oh primos míos! que se aproxima la mañana y nos va a sorprender la luz antes de abrir el hoyo y enterrar el ca­jón que hemos traído, y acaso nos comprometamos seriamente y nos expongamos a perder nuestras al­mas; de modo que hagamos el tra­bajo para el cual nos han enviado aquí, y después comenzaré a conta­ros los pormenores.”

Dicho esto, se levantó el negro Bakhita, y con él los otros dos, que ya habían descansado, y entre los tres, alumbrados por la linterna, se pusieron a cavar un hoyo. Cava­ban Kafur y Bakhita, mientras que Sauab recogía la tierra en un capazo y la echaba fuera. Y así abrieron el hoyo, y luego de depositar en él el cajón lo taparon con tierra y apiso­naron el suelo. Recogieron las herra­mientas y el farol, salieron de la turbeh, cerraron la puerta y se aleja­ron rápidamente.

Y Ghanem bien-Ayub, que lo ha­bía oído todo desde lo alto de la palmera, vio cómo desaparecían a lo lejos. Y cuando pasó un gran rato, empezó a preocuparle lo que pudiera contener aquel cajón. Pero no se atrevió a bajar de la palmera, y aguardó a que brillase la primera claridad del alba. Entonces descen­dió de la palmera y empezó a cavar la tierra con las manos, no cesando hasta que logró sacar el cajón, des­pués de grandes esfuerzos.

Cogió entonces una piedra y rom­pió el candado con que estaba ce­rrado el cajón. Y al levantar la tapa vio a una joven que parecía dormi­da, pues la respiración movía acom­pasadamente su pecho. Estaba indu­dablemente bajo la influencia del banj.

Era de una sin igual hermosura, con una tez delicada, suave y deli­ciosa. Estaba cubierta de alhajas, y llevaba al cuello un collar de oro con gemas preciosas, en las orejas arracadas de una sola piedra inapre­ciable, y en los tobillos y en las muñecas unas pulseras de oro cuaja­das de brillantes. Aquello debía valer más que todo el reino del sultán.

Guando Ghanem reconoció bien a la hermosa joven, y se cercioró de que no había sufrido ninguna vio­lencia de los eunucos que hasta allí la habían llevado para enterrarla viva, se inclinó hacia ella, la cogió en brazos y la depositó suavemen­te en el suelo. Y al respirar la joven el aire vivificador, adquirió su rostro nueva vida, exhaló un gran suspiro, tosio, y con estos movimien­tos se le cayó de la boca un pedazo de banj capaz de adormecer a un elefante dos noches seguidas. Enton­ces entreabrió los ojos, ¡unos ojos adorables! y dominada todavía por el banj, exclamó con una voz llena de dulzura: “¿Dónde estás, Riha? ¿No ves que tengo sed? ¡Tráeme un refresco! ¿Y tú, Zahra dónde estás? ¿Y Sabiha? ¿Y Schagarad Al-Dorr? ¿Y Nur Al-Hada? ¿Y Nagma? ¿Y Subhia? ¿Y tú, sobre todo, Nohza, ¡oh dulce y gentil Nozha!? ¿En don­de estáis que no me respondéis?” Y como nadie contestase, la joven aca­bó por abrir completamente los ojos y miró en torno suyo. Y aterrada, clamó de este modo: “¿Quién me habrá sacado de mi palacio para traerme entre estos sepulcros? ¿Qué criatura podrá saber jamas lo que se oculta en el fondo de los corazones? ¡Oh tú, Retribuidor, que conoces los secretos más escondidos: tú sabrás distinguir a los buenos y a los malo el día de la Resurrección!”

Y Ghanem, que seguía de pie, avanzó algunos pasos y dijo: “¡Oh soberana de la hermosura, cuyo nom­bre debe ser más dulce que el jugo del dátil, y cuya cintura es más flexible que la rama de la palmera! ¡Yo soy Ghanem ben-Ayub, y aquí no hay en realidad palacios ni tumbas, sino un esclavo tuyo, que soy yo, y a quien el Clemente sin límites puso cerca de ti para librarte de todo mal y resguardarte de todo dolor! Acaso así, ¡oh la más desea­da! te dignes mirarme con agrado.”


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19