西语阅读:《一千零一夜》连载三十二

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PERO CUANDO LLEGó LA 736 NOCHE

Ella dijo:

... Y se despidió de la madre de Aladino, besó a Aladino y se mar­chó. Y Aladino pensó durante la noche en todas las cosas hermosas que acababa de ver y en las alegrías que acababa de experimentar; y se prometió nuevas delicias para el si­guiente día. Así es que se levantó con la aurora, sin haber podido pe­gar los ojos, y se vistio sus ropas nuevas, y empezó a andar de un lado para otro, enredándose los pies con aquel traje largo, al cual no es­taba acostumbrado. Luego, como su impaciencia le hacía pensar que el maghrebín tardaba demasiado, salió a esperarle a la puerta y acabó por verle aparecer. Y corrió a él como un potro y le besó la mano. Y el maghrebín le beso y lo hizo muchas caricias, y le dijo que fuera a adver­tir a su madre que se le llevaba. Des­pués le cogió de la mano y se fue con él. Y echaron a andar juntos, hablan­do de unas cosas y de otras; y fran­quearon las puertas de la ciudad, de donde nunca había salido aún Aladino. Y empezaron a aparecer ante ellos las hermosas casas particu­lares y los hermosos palacios rodea­dos de jardines; y Aladino los mira­ba maravillado, y cada cual le pa­recía más hermoso que el anterior.

Y así anduvieron mucho por el campo, acercándose más cada vez al fin que se proponía el maghrebín. Pero llegó un momento en que Ala­dino comenzó a cansarse, y dijo al maghrebín: “¡Oh tío mío! ¿tenemos que andar mucho todavía? ¡mira que hemos dejado atrás los jardines, y ya sólo tenemos delante de nosotros la montaña! ¡Además, estoy fatiga­dismo, y quisiera tomar un boca­do!” Y el maghrebín se sacó del cinturón un pañuelo con frutas y pan, y dijo a Aladino: “Aquí tienes, hijo mio, con qué saciar tu hambre y tu sed. ¡Pero aún tenemos que andar un poco para llegar al paraje maravilloso que voy a enseñarte y que no tiene igual en el mundo! ¡Re­pón tus fuerzas, y toma alientos, Ala­dino, que ya eres un hombre!” Y continuó animándole, a la vez que le daba consejos acerca de su con­ducta en el porvenir, y le impulsaba a separarse de los niños para acer­carse a los hombres sabios y pru­dentes. ¡Y consiguió distraerle de tal manera, que acabó por llegar con él a un valle desierto al pie de la mon­taña, y en donde no había más pre­sencia que la de Alah!

¡Allí precisamente terminaba -el viaje del maghrebín! ¡Y para llegar a aquel valle había salido del fondo del Maghreb y había ido a los con­fines de la China!

Se encaró entonces con Aladino, que estaba extenuado de fatiga, y le dijo sonriendo: “¡Ya hemos llegado, hijo mío Aladino!” Y se sentó en una roca y le hizo sentarse al lado suyo Y lo abrazó con mucha ternura, y le dijo: “Descansa un poco Ala­dino. Porque al fin voy a mostrarte lo que jamás vieron los ojos de los hombres. Sí, Aladino; en seguida vas a ver aquí nusmo un jardín más hermoso que todos los jardines de la tierra. Y sólo cuando hayas admi­rado las maravillas de ese jardín ten­drás verdaderamente razón para dar­me gracias y olvidarás las fatigas de la marcha y bendecirás el día en que me encontraste por primera vez.” Y le dejó descansar un instante, con los ojos muy abiertos de asombro al pensar que iba a ver un jardín en un paraje donde no había más que rocas desperdigadas y matorra­les. Luego le dijo: “¡Levántate aho­ra, Aladino, y recoge entre esos ma­torrales las ramas más secas y los trozos de leña que encuentres, y tráemelos! ¡Y entonces veras el es­pectáculo gratuito a que te invito!” Y Aladino se levantó y se apresuro a recoger entre los matorrales y la maleza una gran cantidad de ramas secas y trozos de leña, y se los llevo al maghrebín, que, le dijo: “Ya ten­go bastante. ¡Retirate ahora y ponte detrás de, mí!” Y Aladino obedeció a su tío, y fue a colocarse a cierta distancia detrás de él.

Entonces el maghrebín sacó del cinturón un eslabón, con el que hizo lumbre, y prendió fuego al montón de ramas y hierbas secas, que lla­mearon crepitando. Y al punto sacó del bolsillo una caja de concha, la abrió y tomó un poco de incien­­so, que arrojo en medio de la hoguera. Y levantóse una humareda muy espesa que apartó él con sus manos a un lado y a otro, murmu­rando fórmulas en una lengua in­comprensible en absoluto para Ala­dino. Y en aquel mismo momento tembló la tierra y se conmovieron sobre su base las rocas y se entre­abrió el suelo en un espacio de unos diez codos de anchura. Y en el fon­do de aquel agujero apareció una loza horizontal de mármol de cinco codos de ancho con una anilla de bronce en medio.

Al ver aquello, Aladino, espanta­do, lanzo un grito, y cogiendo con los dientes el extremo de su traje, volvió la espalda y emprendió la fuga, agitando las piernas. Pero de un salto cayó sobre él el maghrebín y le atrapó. Y le miró con ojos me­drosos, le zarandeó teniéndole cogi­do de una oreja, y levantó la mano, y le aplicó una bofetada tan terri­ble, que por poco le salta los dientes, y Aladino quedó todo aturdido y se cayó al suelo.


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19