西语童话:Lasaventurasdelcardo(2)

网络资源 Freekaoyan.com/2008-04-17

«No hay duda de que me trasplantarán al jardín -se decía el cardo-. Tal vez me pongan en una maceta, bien apretadita. Eso sí que sería un gran honor».

Y la planta lo deseaba con tanto afán, que exclamó, persuadida:

-¡Iré a una maceta!

Prometió a cada florecita que nacía de su pie, que iría también a la maceta y quizás al ojal, que es lo más alto a que se puede aspirar. Pero ninguna fue a parar al tiesto, y no digamos ya al ojal. Bebieron aire y luz, lamieron los rayos del sol durante el día y el rocío durante la noche, florecieron, recibieron la visita de abejas y tábanos que buscaban la miel contenida en la flor y se alejaban después de tomarla.

-¡Banda de ladrones! -exclamó el cardo-. Si pudiese ensartaros... Pero no puedo.

Las flores agacharon la cabeza y se marchitaron, pero brotaron otras nuevas.

-Llegáis a punto -dijo el cardo-. Estoy esperando de un momento a otro que nos pasen al otro lado de la valla.

Unas margaritas inocentes y un llantén escuchaban atónitos y admirados, creyendo todo lo que decía.

El viejo asno de la lechera miraba furtivamente el cardo desde el borde del camino, pero la cuerda era demasiado corta para llegar hasta él.

El cardo estuvo tanto tiempo pensando en el de Escocia, a cuya familia pertenecía, que acabó creyendo que también él había venido de aquel país y que sus padres figuraban en el escudo del reino. Eran pensamientos elevados, como un gran cardo como aquél bien puede tener de cuando en cuando.

-A veces ocurre que uno es de buena familia sin saberlo -dijo la ortiga que crecía a su lado; también ella tenía cierto presentimiento de que, debidamente tratada, podía llegar a dar una fina muselina, de la que usan las reinas.

Pasó el verano y luego el otoño. Las hojas de los árboles cayeron, las flores adquirieron colores más brillantes, pero exhalaban menos aroma. El mozo jardinero cantaba en el jardín, por encima del vallad

Cuesta abajo y cuesta arriba,
así es toda la vida.

Los tiernos abetos del bosque recibían las primeras visitas navideñas, a pesar de que faltaba aún mucho para Navidad. Aquello era desesperante.

-Y yo sin moverme de aquí - decía el cardo-. Se diría que nadie se acuerda de mí, y, sin embargo, ¿quién, sino yo, hizo el noviazgo? Se prometieron, y hoy hace ocho días se celebró la boda. Pero no voy a ser yo quien dé el primer paso; por lo demás, tampoco podría.

Transcurrieron varias semanas. El cardo seguía en el lugar con su última y única flor; era grande y llena, y había brotado muy cerca de la raíz. El viento soplaba ya muy fresco, los colores se esfumaron, la belleza se desvaneció. El cáliz de la flor, grande como una alcachofa, parecía un girasol marchito.

Se presentó en el jardín la joven pareja, convertidos ya en marido y mujer, y fueron paseando a lo largo de la valla. La esposa se asomó por encima.

-Ahí sigue aún el gran cardo -dijo-. Ya no tiene flores.

-Mira, le queda el espectro de la última -observó él señalando el plateado resto de la flor.

-También así es bonita -exclamó ella-. Hay que cortarla, la colocaremos en el marco de nuestro retrato.


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    本站小编 Free壹佰分学习网 2022-09-19